Si hemos de dar fe a la vision que del universo nos ofrecen los últimos descubrimientos de la física cuántica, los limites de la realidad son mucho menos precisos y tajantes de lo que suponemos, atendiendo únicamente a los datos que nos suministran los sentidos.
Conceptos como tiempo lineal, causa y efecto, materia y energía dejan de tener una significación concreto cuando entramos en las dimensiones infinitesimales de las partículas elementales sobre las que se asienta la arquitectura de lo real: las raíces ultimas de lo que vemos, oímos y tocamos escapan a la comprensión humana, dado el actual nivel de nuestros conocimientos.
Esta vision del mundo coincide, curiosamente, con la que nos suministran los hechos paranormales estudiados por los parapsicológicos: el movimiento ondulatorio preside un universo de vibraciones que abarca todo lo existente y permite que lo semejante sintonice armónicamente con lo semejante, tanto si esa sintonización se produce en la esfera de lo sensible o en la de lo ultrasensible, tanto si nos ponemos en contacto con un ser vivo de forma natural como si empleamos otros medios de comunicación para relacionarnos con entidades de naturaleza todavía desconocidas.